Cuando Pablo, el dueño de la marca, me escribió para contarme de su empresa, asocié el nombre a algo extraordinario, gigante.
Pero no. Es la sal que extraen del Río Colorado, en Río Negro, en la patagonia argentina.
De eso te voy a hablar un poquito más adelante, ahora te cuento otra cosa.
Pablo me dijo que quería tener imágenes renovadas de la amplia variedad de versiones de sal que comercializan en las cadenas más grandes del país.
Quería material para subir a la web, y a las redes.
Me mandó los productos, le saqué fotos a cada uno para que tuviera imagen real disponible principalmente en el ecommerce, pero también como material creativo para otra ocasión.
Lo que hice después fue hacer otra sesión de fotos, ya pensando en esquemas creativos, y otros más clásicos, mostrando algún producto en uso.
Antes de eso, había pensado armado varios escenarios con IA. Eso me sirvió muchísimo, porque lo que hice después, fue sacarle fotos, por ejemplo a los 3 doypacks, siguiendo el esquema de iluminación que había creado.
Entonces, lo que hice fue sacarle fotos en el patio, con la luz del sol, para que el montaje final quedara bien hecho, que no tuviera olor a montaje, o al menos que tuviera muy poco olor.
Acá retomo lo que te dije al principio, lo de la Patagonia.
Logramos presentar a los envases, en lugares naturales, a ríos, montañas, aves, que forman parte de aquel paisaje. Porque es el lugar de origen de Colosal, y es el valor distintivo, el toque especial que hace que cada plato, tenga un gustito patagónico.
Otras fotos las saqué en interior, en el living de mi casa, para que los envases tuvieran ese tipo de luz, como la de los escenarios más realistas que vas a ver con las sales en la cocina.
Y otras, con un estilo creativo más simple, donde no usé IA, solo Photoshop, pero que sirvió muchísimo la sesión para tener el envase en otra posición que me permitiera resultados más interesantes.
Lo último que te quería contar, una perlita, un dato curioso.
Cuando recibí los envases, resultó que faltaba uno, un doypack antihumedad, el naranja que está en la placa de la lluvia.
Me encanta cuando aparecen esos inconvenientes, porque me siento como un superhéroe que, en lugar de capa, me pongo la bata de cirujano digital para hacer un trasplante.
Al momento de sacar la foto de los 2 envases de esa línea, dejé un espacio libre para ubicarlo después en Photoshop.
Utilicé partes de otro packaging pero del mismo producto, la sal entrefina. Aproveché que tenía el rojo, del de la sal gruesa, y después de armar las piezas, de hacer el trasplante, lo último que me quedó fue llevar el rojo al naranja original.
Fueron varias placas, te traigo algunas para que las veas.
Primero vas a ver las placas listas, con algunos detalles que te cuento, y después, el antes y el después, donde aprovecho y te comento algunas cositas más técnicas (pero tranqui, sin tecnicismos).
Me divertí muchísimo con esta producción.

Si te digo que cierres los ojos y pienses en la Patagonia ¿Qué imagen ves? ¿Es parecida al paisaje de esta foto? ¿Puedo apostar a que me acerqué bastante? Y hablando de acercar, eso fue lo que evitamos en esta placa: acercarnos al paisaje patagónico para sacarle foto a los nuevos envases. Eso iba a ser bastante complicado.
Acá no está el producto en su lugar cotidiano, está en su lugar de origen. Y mirá lo que es ese lugar, cómo logra transmitirte que tenés en frente un producto cuidado, cobijado bajo el sol patagónico. Cada vez granito de sal que tirás en tus comidas, tienen el gustito a este paisaje. Algunos dicen que incluso podés escuchar el relajante ruido de las vertientes.

Acá es probable que me digas "Leo, acá está muy simple la placa". Te voy a dar la razón, y en ese caso, hasta lo voy a tomar como un halago, porque es exactamente lo que busco hacer en todos los proyectos.
Cuando me puse a imaginar esta placa, pensaba en algo sobrio, cálido, y que no estuviera cargada. Como iba a usarse como banner en la web, tenía que contemplar un espacio para el texto, pero sin que los saleros perdieran protagonismo. Me los imaginaba inflando el pecho. Cuando Pablo la vio me dijo "listos para la guerra", a lo que le respondí "los granaderos". ¿Sabés qué titulo llevó el banner?: "Los granaderos del sabor".

Me encantaron estos saleros, cuando los vi por primera vez, se me ocurrieron mil posibilidades creativas. Este me gustó mucho cómo quedó, porque logramos una retórica interesante: la de tener unos aliados para unas comidas más livianas, y también más saludables (aunque también te ayudan a que duelan menos las papas fritas).
Esta placa también se usó en un banner, y quería un máximo protagonismo de los saleritos, para que ese posible consumidor, los viera en detalle, y como si tuvieran un fondo que se parece a un cielo. Porque estos aliados, van siempre para arriba.

Cuando lleguemos al antes y al después, te cuento algo que te mencioné en el inicio. Ahora quiero decirte lo mucho que disfruté el proceso de esta placa, de verdad, no te exagero. Porque había visto una placa que habían usado en un momento, en las que los doypack estaban sumergidos.
Como siempre, en todos los proyectos que encaro tengo una máxima que es la de proponer algo altamente superador, le sugerí a Pablo que jugaramos con el extremo de arriba del doypack, para que funcionara como un techo protector de la sal. ¿Viste la frase de "tu mayor defecto, es tu mayor virtud"? Bueno, eso hice acá, porque estos envases son mañosos, cuesta dejarlos en una posición deseada, no les gusta mucho salir en las fotos. Así que, imaginé una escena de lluvia torrencial, en las que los envases están cuidando que no le caiga una gota a la preciada sal, como un ave mamá que cuida a sus pichoncitos.

En la primera foto, estaban los 3 hermanos posando. En esta que ves acá, parece que la hermanita menor cruzó el río, donde hay más pasto y buscó salir en la foto. Fijate que hay una continuidad, seguimos en el mismo paisaje, todo sucedió en el mismo día y lugar. Ese mismo día en que el sol patagónico hizo brillar a los doypack, como se aclara en el packaging.
Ahora sí, vamos a ver el antes y el después: la imagen en crudo, y la placa cocinada.
Ya tenía el escenario creado en IA: la mesada de una cocina, una linda cocina. Ahí iban a estar los granaderos del sabor. Teniendo esto claro, lo que hice después fue ubicarlos en el comedor de mi casa, usando la luz que entraba de la ventana, como la del escenario. Por eso, no usé el reflector, porque la luz natural empapó a los envases, para que el montaje fuera más fácil de lograr, y más realista.
Para hacer esta placa, no hizo falta nada de IA. Saqué unas fotos a los saleros en distintas posiciones, para jugar con la sensación de que están flotando, acá sí ya con luz del reflector. La foto del "antes" que ves, no está completamente en crudo, sinceramente no la encontré. Acá hice un trabajo de cirujano, para limpiar todas las manchitas, marcas y rugosidades que tenía cada salero, que eran muchas. Y finalmente, me manejé con fotos de cebollas y tomates para condimentarlos en Photoshop para que encajaran en la imagen final.
Acá también partí de un escenario creado con IA, lo que me hizo el camino más fácil para sacar las fotos. Esperé al día siguiente, porque cuando hice ese paisaje, era ya la tardecita y no me servía la luz natural. Así que, me fui al patio, a la siesta, con el sol que partía y busqué un lugar que me sirviera, para que no se quemaran los doypack. Ya sabía cómo les tenía que dar la luz, hacia qué dirección iban a mirar. Y lo último que quedó, después de las fotos, fue limpiar a fondo los envases, darles una luz más equilibrada y que se vieran en detalle.
En esta, empecé por las fotos. Quería que estuvieran en una superficie de madera, así que usé mi escritorio, tiene una muy buena madera rústica. Ya sabía el escenario que iba a crear, no estaba improvisando. Coloqué montoncitos de sal, pegaditos a los pies de cada envase.
¿Te acordás de la anécdota del doypack faltante? Bueno, eso lo tuve en cuenta, y dejé un espacio entre medio de los envases rojo y azul, donde puse un puñado de sal. Esa fue la primera foto. La segunda, la saque también con los 2 envases, pero con el rojo en el medio. Ya una vez en la cocina de Photoshop, lo que hice fue el transplante de un envase distinto pero de la misma sal, y lo llevé del rojo al naranja. Después de dejar los envases limpios e iluminados, agregué (sin fotos, sin IA) unas gotitas rebotando en el techo de los doypack. Por suerte, no se mojó la sal.
Para terminar, otro momento donde usé la luz natural, sabiendo de antemano a dónde iba a aparecer el envase. Fue en la misma siesta calurosa, en la que salieron los 3 hermanos. A diferencia de esa placa, acá busqué que le pegara un poco más el sol, y si te fijas, no está todo iluminado: tiene algunas partes con sombra, como sucede cuando el doypack aparece en exteriores.
Esta placa no se hubiese podido hacer con este nivel de realismo usando un mockup. Por eso, el doypack retocado, conserva rugosidades y dobladuras naturales. Y el detallito que hizo la diferencia: el yuyito de mi patio, haciéndole cosquillas en los pies.